sábado, 1 de febrero de 2014

Viernes 21 de febrero ¡¡¡todos a la Plaza!!!


#fuerzacristina foto sacada del muro de Tere Marin M en fb

¡Feliz domingo con las eternas palabras de Evita!

Y así emprendimos el camino: alegres y felices en medio de la lucha. Un día me confesó que yo, su pequeña "giovinota" como solía llamarme, era la única compañía sincera y leal de su existencia. ¡Nunca como ese día me dolió tanto mi pequeñez! ¡Ese día decidí hacer lo posible para acompañarlo mejor! Recuerdo que le pedí que fuese mi maestro y él, en las treguas de su lucha, me enseñó un poco de todo cuanto pude aprender. Me gustaba leer a su lado. Empezamos por "Las vidas paralelas" de Plutarco y seguimos después con las "Cartas completas de Lord Chesterfield a su hijo Stanhope". En un tiempo me enseñó un poco de los idiomas que él sabia: inglés, italiano y francés. Sin que yo lo advirtiese, fui aprendiendo también a través de sus conversaciones la historia de Napoleón, de Alejandro y de todos los grandes de la historia. Y así fue que me enseñó también a ver de una manera distinta nuestra propia historia. Con él aprendí a leer en el panorama de las cuestiones políticas internas e internacionales. Muchas veces me hablaba de sus sueños y de sus esperanzas, de sus grandes ideales. Metida en un rincón de la vida de "mi Coronel", se me ocurre que yo era algo así como un ramo de flores en su casa... Nunca pretendí ser más que eso. Sin embargo, la lucha que se libraba en torno de Perón era demasiado dura, muy grandes sus enemigos, casi infinita su soledad y demasiado grande mi amor para que yo pudiese conformarme con ser nada más que un poco de alegría en su camino.

Evita, "Mi Mensaje"

miércoles, 29 de enero de 2014

Demasiado Peronista





Ahora creo que puedo dar mis conclusiones.

            Sí, soy peronista, fanáticamente peronista.



Demasiado no, demasiado sería si el peronismo no fuese como es, la causa de un hombre que por identificarse con la causa de todo un pueblo tiene un valor infinito. Y ante una cosa infinita no puede levantarse la palabra demasiado.



Perón dice que soy demasiado peronista porque él no puede medir su propia grandeza con la vara de su humildad.


Los otros, los que piensan, sin decírmelo, que soy demasiado peronista, ésos pertenecen a la categoría de lo “hombres comunes”. ¡Y no merecen respuesta!




Evita, "La Razón de mi Vida"

lunes, 27 de enero de 2014

"Dos proyectos nacionales, dos proyectos regionales" por Maximiliano Basilio Cladakis


La política guarda un sentido esencialmente agonístico. Más allá de las idealizaciones y de las quiméricas ensoñaciones acerca de un consenso total y permanente, el campo de la acción política se encuentra atravesado por conflictos, intereses contradictorios, proyectos antagónicos, modalidades distintas, a veces radicalmente opuestas, de creencias, de valoraciones y de perspectivas. Maquiavelo, uno de los pensadores más agudos del Renacimiento, solía repetir que el conflicto era constitutivo de la vida en común y que, incluso, la grandeza de Roma tenía su origen en él. Así también, el florentino solía insistir en que este conflicto, inherente a la organización política, tenía como causa principal la existencia de dos “humores” contrapuestos que habitaban en el seno mismo de cada ciudad: por un lado, el “humor” de los poderosos, que deseaban oprimir al pueblo; por otro,  el “humor” del pueblo, que deseaba no ser oprimido.
   Este sentido agonístico de la política nos coloca en una oposición entre dos polos antagónicos que se realizan en proyectos de organización política igual de antagónicos. Siguiendo lo dicho por Maquiavelo, podríamos agregar que, o bien, se está del lado de los “poderosos”, o bien se está del lado del pueblo. Cada uno de estos “lados” tiene como correlato dos modos de interpretar y transformar la realidad según se represente a unos o a otros. Se trata de nudos complejos en los cuales cada acción política se circunscribe y encuentra su razón de ser en esa instancia totalizadora que excede, abarca y da sentido a las medidas particulares. En términos contemporáneos, podríamos decir que el núcleo del conflicto político se da en la oposición entre las mayorías populares y las elites o corporaciones de poder económico concentrado, y que un proyecto político representará a los primeros o a los segundos. Cada medida o propuesta política debe ser pensada, por lo tanto, en virtud de uno u otro proyecto. Continuando con los términos contemporáneos: por un lado, extensión de derechos, redistribución del ingreso, ampliación sanitaria y educacional, mejoras laborales, intervención del Estado para equilibrar las asimetrías económicas, etc.; por el otro, concentración de la riqueza, minimización de la inversión pública (concebida, desde esta perspectiva, como “gasto público”), flexibilización laboral, reducción del rol de Estado a la defensa de la propiedad privada, etc.
   Tanto en nuestro país como en varios de los países de América Latina esta oposición entre proyectos políticos es más que evidente. Con respecto a la Argentina, es interesante destacar, como dato, dos acciones políticas que se encuadran con dos modos distintos de operar en uno u otro sentido. Hace unas semanas, el Frente Renovador se propuso presentar en el Congreso un proyecto para quitar las retenciones al trigo. Por su parte, la semana pasada, el Gobierno Nacional, lanzó el Plan PROGRESAR, destinado a jóvenes de entre 18 y 24 años, provenientes de sectores vulnerables de la población, para que puedan terminar sus estudios. La oposición entre proyectos se pone de manifiesto claramente en estas dos acciones. La primera, pues, tiene como finalidad la concentración económica de los sectores ya concentrados de la economía, al tiempo que  perjudica, de manera directa, a las grandes mayorías ya que, de llevarse a cabo, implicaría una gran pérdida de recaudación fiscal por parte del Estado. La segunda, por el contrario, se caracteriza por continuar en la misma línea que el kirchnerismo ha ido trabajando desde su emergencia como gobierno y como fuerza política en 2003: ampliación de derechos e inclusión social. En la oposición entre una y otra medida, quedan en evidencia cuales son los proyectos que se disputan la hegemonía en nuestro país: por un lado, el kirchnerismo, como fuerza nacional-popular, que toma como sujeto prioritario de su acción política a las mayorías populares, por el otro, la oposición “político-mediático-corporativa” que, desde una lógica liberal-conservadora, se constituye como representante de los intereses del establishment. Si ahora hablamos de “oposición política-mediática-corporativa”, en vez del “Frente Renovador”, se debe a que esta fuerza política no es más que uno de los rostros del proyecto contrario al sostenido por el actual gobierno. Más allá de sus discusiones triviales, de la distinción de sellos, colores, más allá de que unos parezcan más carismáticos y otros más parcos, unos más conservadores y otros más “progresistas”, la oposición política en la Argentina es una sola, ya que responden a un mismo proyecto político. El caso de la propuesta de reducir a cero las retenciones al trigo es un ejemplo de ello: vale recordar que, cuando el Frente Renovador habló de ello, tanto radicales como socialistas, desesperadamente salieron a decir que ellos habían hecho la misma propuesta mucho tiempo antes.
   Asimismo, este polo de oposición en lo que hace a un proyecto político nacional tiene su correlato en lo regional. Como lo han señalado tantos autores, pensadores y hombres de acción latinoamericanos, desde Bolívar al Che, pasando por Martí, Cooke y Ramos, los destinos de los países que constituyen América Latina se encuentran intrínsecamente ligados entre sí. Debido a una serie de cuestiones que sería imposible enumerar en este breve texto, un proyecto político de tipo nacional-popular, en América Latina, tiene que convergir en la unidad de la región como centro autónomo de desarrollo político, social y económico. No es casual, por lo tanto, que las facciones que, en nuestro país, bregan por la restitución del establishment como fuerza hegemónica conductora de la sociedad se presenten como acérrimos enemigos de la unidad latinoamericana y aliados indiscutibles de las potencias extranjeras. Se dice que como ejemplo basta un botón: el líder del Frente Restaurador que desea la extinción de las retenciones al trigo, es el mismo que, siendo funcionario del Gobierno del cual hoy es opositor, iba a la Embajada Estadounidense a pasar información en contra del proyecto del cual, formalmente, formaba parte.
    Precisamente, en estos días también, hay dos acontecimientos que registran  la oposición entre dos proyectos regionales que se condicen con la oposición entre dos proyectos nacionales: la Cumbre de Davos y la Cumbre de la CELAC en La Habana. Los asistentes latinoamericanos de la primera son los gobernantes que, en sus países, representan la hegemonía de las corporaciones económicas: Colombia, Chile, México y Perú (y, como representante argentino de la oposición, fue, ni más ni menos, Mauricio Macri). En esta cumbre se habló de fortalecer la Alianza del Pacífico, la cual no es sino una nueva reformulación del ALCA, es decir, se trata de un tratado de libre comercio con Estados Unidos. De prosperar este proyecto y extenderse hacia otros países se daría el hundimiento de la economía regional, al menos para las grandes mayorías. Por su parte, la CELAC se presenta como una instancia de unidad y autonomía de los pueblos latinoamericanos que tiene como objetivo la transformación social en pos de las inmensas masas que pueblan el continente. “Allí ( Davos) están los que buscan la concentración de la riqueza. Aquí (CELAC) los que quieren una distribución”, dijo el Gobernador de Entre Ríos Sergio Urribarri, al llegar a Cuba.



   Lo agonístico, pues, atraviesa lo político y no se trata de una mera reflexión teórica, sino de una realidad concreta que, como argentinos y latinoamericanos, experimentamos día a día. Ese conflicto, como bien decía Maquiavelo, se da entre el pueblo y los “poderosos”.  Sin embargo, podríamos agregar, a lo de dicho por el autor de El príncipe y de Los discursos sobre la primera década de Tito Livio, que, en nuestro caso, dicho conflicto no se da sólo en el marco de una nación o Estado, sino que tiene una envergadura continental. En América Latina, el proyecto nacional se vincula ineludiblemente con el proyecto regional y viceversa. Maquiavelo amaba los ejemplos históricos, y de lo que decimos, hay incontables, tanto pasados como actuales.