viernes, 28 de octubre de 2011

El Nestornauta, caminante de la eternidad



El año pasado, apenas unas semanas antes del fatídico 27 de octubre, una imagen comenzó a circular por las calles y por la web a modo de invitación a un acto convocado por la juventud en el Luna Park: la del Néstornauta. Esa imagen, en la que el rostro de Néstor Kirchner se dibujaba sobre el mítico personaje de Oesterheld, expresaba lo que ese hombre, que inesperadamente había llegado a la Presidencia en 2003, llegó a significar para la historia argentina.

La figura del Eternauta, pues, se encuentra arraigada de manera profunda en la memoria colectiva. Se trata de una historia que excede el ámbito de las historietas. La nieve que trae una muerte silenciosa y que provoca el terror de salir del hogar, bien puede leerse como una analogía de los cruentos años que siguieron a la llamada “Revolución Libertadora”, a sus proscripciones, a sus fusilamientos clandestinos, a la práctica infame de silenciar nombres que fueron símbolos de emancipación, de justicia y de dignidad. Los héroes de la historia, por su parte, no son superhombres, ni poseen poderes especiales. No son ni más ni menos que hombres, con sus limitaciones e inseguridades, pero también con su valor, con su compañerismo, con la certeza de estar haciendo frente a un Mal radical, en nombre de aquello a lo que aman.

Hablar del Eternauta es, además, hablar de Oesterheld. Posiblemente haya pocos personajes que se encuentren tan relacionados con su autor como Juan Salvo con creador. Oesterheld es el guionista de historietas que deviene en luchador y héroe, pero también víctima de los mayores horrores de los que fue testigo la Argentina; de manera semejante a Salvo, un simple hombre de familia, que ve el mundo derrumbarse ante sus ojos y que llega a perder todo lo que ama Ya en la segunda parte del Eternauta, publicada en medio de la última dictadura, el correlato se hace más notorio, casi explícito. Salvo vive en medio del Terror de los invasores y decide dar todo en la lucha contra ellos, como, posiblemente, lo haya hecho el mismo Oesterheld.

A partir de este entrecruzamiento entre autor, obra e historia, Oesterheld y su creación se constituyen como símbolos de las esperanzas más nobles de nuestra historia, pero, también, de su costado más nefasto y sanguinario. Su figura, pintada en las paredes, representa esa doble dimensión donde los sueños de un mundo mejor convergen con los peores horrores que pueden recibir quienes se atrevan a luchar por estos sueños. Es sabido que los pueblos expresan sus historias en símbolos. Salvo envestido en su traje de buzo marchando entre la nieve, haciendo frente al horror, con la vista clavada hacia delante, dispuesto a proseguir la lucha, es un ejemplo de ello.

Cuando se enfundó a Néstor Kirchner en ese traje, se lo estaba enfundando de esa misma historia, una historia que no era sólo pasado, sino también presente y futuro. Pues, desde el momento de la asunción presidencial, Néstor Kirchner, cargó sobre sus espaldas con todo nuestro pasado, con todo nuestro presente y con todo nuestro futuro. Se hizo justicia con respecto a un pasado que era aún presente, se levantaron las banderas derrotadas décadas atrás, los vencidos y silenciados de ayer volvieron a tener voz, al mismo tiempo que se reconstituía la posibilidad de un presente y de un futuro, posibilidad que, en un momento, parecía haber sido desterrada para siempre.

Sin embargo, tras el 27 de octubre, la imagen, alcanzó una dimensión inusitada, aunque quizás de alguna forma ya anunciada en los días previos a ese acto realizado en el Luna Park. La imagen colmó paredes, banderas, remeras, blogs. Un nuevo símbolo surgía, arraigado en experiencias y símbolos anteriores, reactualizándolos. El Nestornauta, marchando firmemente desde ese pasado en el que confluían la esperanza y la tragedia hacia un futuro de impostergable emancipación, caló profundamente en la militancia, joven y no tan joven. Néstor Kirchner, al igual que Salvo, dejaba de ser un hombre individual para constituirse en un mito colectivo. Un mito, claro está, fundado en las acciones y decisiones que llevó a cabo mientras estaba a nuestro lado y, por las cuales, dio su vida.

Como aquellos “individuos históricos” de los que hablaba Hegel, Néstor Kirchner interpelo y expresó los cimientos más profundos de nuestra historia. Luego del 27 de Octubre, su figura cobró una nueva significación: el Nestornauta, caminante de la eternidad, se volvió historia, se convirtió en interpelación constante de nuestras acciones, se hizo ejemplo, guía, horizonte y fundamento de aspiraciones y expectativas.



Maximiliano Basilio Cladakis

Flaco...



He soñado como Martin Luther King
que viviamos juntos en un gran país,
con hombres y mujeres orgullosos,
de la carrera de principio al fin.
Y volviendo la página del tiempo
me he encontrado con un vendaval
de pasiones que matan en silencio
y organizan la derrota de la paz.

Para llegar... Juan Carlos Baglieto

Flaco...
Fuíste gigante flaco... El tiempo te va a volver inconmensurable... Como a los 30000 compañeros , como a las Madres y las Abuelas...Y yo te voy a agradecer para siempre haber abierto esa puerta que ya parecía definitivamente cerrada. Te voy a agradecer haberme dado la oportunidad de permitirme sentir en carne propia lo que mis viejos y tantos compañeros sintieron por Evita y por Perón... Y vivir este tiempo histórico, épico... Punto de inflexión que no muchos tienen oportunidad de presenciar en la duración de una vida... Y me agradezco por contar con la sensibilidad que me heredaron los viejos para ser receptivo a los cambios que proponen los tiempos y sus artífices... La vida es cambio dice Cristina... Y es así, los conservadores de cualquier credo atentan contra la naturaleza... Una vez escribí algo en una dedicatoria para los compañeros detenidos desaparecidos del Olimpo, mi viejo fué uno de ellos. Y al poco tiempo llegó una compañera sobreviviente, para agradecerme y decirme que esas palabras la habían echo llorar... En ese momento la gambateé con una boludez, porque esas cuestiones me descolocan... Pero si a ella, que sobrevivió al holocausto de estas tierras la siguen emocionando unas palabras escritas en un papel, con qué derecho me permito un acto de incredulidad, de escepticismo... Con qué derecho me cuestiono creer, si las promesas se convierten en realidad, si lo que no se prometió se cumplió con mayor compromiso aún... El gesto de los cuadros de la ESMA no quedó solo en eso... Ayer se leyeron las condenas... Flaco, hiciste de cuenta que te fuíste, pero para no extrañarte nos legaste a la Morocha, a Cristina... Parafraseando al querido gordo Feinmann... ¡Qué puta suerte!


Omar D. Pacino