miércoles, 7 de marzo de 2012

Me aferré ciegamente a los hombres y mujeres humildes de mi pueblo

La mayoría de los hombres que rodeaban entonces a Perón creyeron que yo no era más que una simple aventurera. Mediocres al fin, ellos no habían sabido sentir como yo quemando mi alma, el fuego de Perón, su grandeza y su bondad, sus sueños y sus ideales. Ellos creyeron que yo "calculaba" con Perón, porque medían mi vida con la vara pequeña de sus almas. Yo los conocí de cerca, uno por uno. Después, casi todos lo traicionaron a Perón, algunos en octubre de 1945, otros más tarde. Me di el gusto de insultarlos de frente, gritándoles en la cara la deslealtad y el deshonor con que procedían o combatiéndolos hasta probar la falsía de sus procedimientos y de sus intenciones. Yo me quedé sola junto a mi coronel hasta que se lo llevaron prisionero. Desde aquellos días desconfié de los amigos encumbrados y de los hombres de honor y me aferré ciegamente a los hombres y mujeres humildes de mi pueblo que sin tanto "honor", sin tantos títulos ni privilegios saben jugarse la vida por un hombre, por una causa, por un ideal.
Evita, "Mi mensaje".

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