Eva, efectivamente, pasaba con mucha frecuencia la noche en su oficina
y volvía a casa al amanecer. Yo, que de ordinario salía de la villa a la seis de
la mañana para ir a la Casa Rosada, me la encontraba en la puerta, un poco
cansada pero siempre satisfecha de sus fatigas. Un día le dije:
“Eva, descansa y piensa que también eres mi mujer”.
Ella se puso seria y me respondió: “Es justamente así como me doy cuenta
de que soy tu mujer”.
Muy lindo. Yo esto lo leí, y si no me equivoco en "La razón de mi vida", pero contado desde la perspectiva de Evita.
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